sábado, 5 de marzo de 2016

Actividad 5

HONOR Y HONRA EN EL BARROCO

En el Barroco, España estaba constituida por una sociedad estamental. En ella,  lo que un hombre era dependía de lo que pensaba de él la sociedad. Cómo un hombre era tratado y considerado dependía de su pertenencia y aceptación en un determinado grupo social. Por tanto, para la mentalidad barroca, la defensa del honor y la honra era el código principal de comportamiento que un individuo debía cumplir.

En el barroco existían dos términos, HONOR y HONRA, que eran muy importantes para la sociedad, y que en muchas ocasiones, iban de la mano.
El honor (RAE: “buena reputación la cual trasciende por familia”) sería un aspecto privado mientras que la honra (RAE: “Buena opinión y fama adquiridas por la virtud y el mérito”) sería un aspecto público.

El honor era una virtud objetiva, heredada, mientras que la honra era de carácter subjetivo, se merecía, se alcanzaba con las propias acciones y la otorgaba el grupo social, por lo que se encontraba vinculada a la opinión ajena, al concepto  que los demás tenían del individuo. 

El honor sería inherente, dependiendo de la posición del individuo en la escala social. Estaría relacionado, por ejemplo, con la pureza de sangre, el linaje... En el teatro barroco español la pérdida del honor se relacionó con el  conflicto de honor conyugal. El honor se perdía si la mujer  mantenía relaciones sexuales con alguien que no fuese su marido: si  la esposa era infiel (ponía en peligro el honor del marido), o si una mujer era violada y el violador no quería casarse con ella (ella y su familia perdían el honor). Esto segundo es lo que ocurre en el caso de El alcalde de Zalamea

Para recuperar el honor había que matar al ofensor. Incluso cuando la ofensa se producía por seducir a la dama (estuviese o no casada) el amante/marido o padre debían matar al ofensor no por celos o por pasión sino por cumplir la obligación social que imponía el código del honor. En el Alcalde de Zalamea podemos observar cómo finalmente Pedro Crespo recupera su honor cuando muere el capitán. Esta venganza era aceptada hasta por el mismo monarca.

La honra sería la  fama o reputación y descansaba en la opinión que los demás tuvieran de la persona. Esta honra se podía perder por ser acusado de traición o por cualquier acto que hiciese que el resto de la sociedad cambiase su pensamiento. Esta honra se podía adquirir por méritos y hazañas. Por ejemplo, cuando el Cid es acusado de traidor, perdiendo su honra, lleva a cabo ciertas hazañas y gana riquezas y de ese modo recupera su honra. El Cid también pierde su honor cuando los infantes de Carrión maltratan a sus hijas, pero posteriormente la recupera.

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